Días en Varela



Creo tendría unos 22 años, era una época en que compraba la revista Fierro y también la revista Film. Había instalado un pequeño laboratorio en el fondo de mi casa, en un galpón donde hice el cuarto oscuro, allí revelaba mis primeras fotos. Mi padre había encontrado una cámara de fotos en una estación de trenes ( mi padre era ferroviario) y nadie en la familia sabía cómo manejar ese aparato. Así que un día fui a hacer un curso de fotos con Juan Carlos Villarreal que tenía su estudio por el barrio de Balvanera y fue él quien me enseñó a manejar la cámara y también a revelar. Aun conservo algunas impresiones de sus clases. De las clases de Juan Carlos me llamó la atención que en una de sus clases hicimos cuarto oscuro el revelado de una foto de gran tamaño de 1 metro por 60 aprox. Para mi esto era casi como ciencia ficción, y lo fue más, cuando vi que esa foto correspondía a un film de Leonardo Favio, era justo el afiche de la película El Mono Gatica. Era un film que aún no se estrenaba, ero que yo sabía que se estaba filmando porque había leído algo en las reseñas de cine de la revista Fierro. Entonces fue ahí que enloquecí con armarme un laboratorio de revelado en mi casa. Creo que una vez que logre aprender las técnicas de revelado bien fue que abandone el taller de Juan Carlos. En ese momento no me di cuenta pero quizás podría haber aprendido mucho más en su estudio. 



La vida en Varela era bastante agitada entre el VHS del Videoclub Avenida, y las tertulias de rock en la casa de Mariano Meis, donde en un momento se intercambiaba bastante data de producción artística. En un momento pudimos hasta formar una banda de rock que llamamos “La gorda”, donde había predominancia de rock y yo metía unas voces rap, que esas épocas se filtraban por las radios y que era lo nuevo. Debo decir que este etapa de mi vida, me ayudó mucho a entender de composición musical, ya que en ese momento yo sólo era solo un diletante (y lo sigo siendo). Los demás integrantes de la banda empezaron a tomar vuelo por ellos mismos. Acá en Varela siempre hubo como una tradición rockera y blusera muy fuerte. Cuando venia Pappo a tocar, explotaba todo. En la misma calle donde yo crecí, pero en la otra cuadra vivía el cantante de Mississippi, Ricardo Tapia (si, como Robin), siempre me encontraba en la calle o en la estación de tren, y teníamos largas charlas. Siempre le preguntaba qué pensaba de cómo poder mejorar la cultura o cómo generar espacios de interés para que la gente vaya a ver un poco de arte. El una vez me dijo que si quería hacer algo que fuera bueno o digno de mostrarse, no lo hiciera aquí en Varela por qué la gente no te va apreciar, ellos te ven como el hijo de un vecino, el hijo de un albañil, hijo de una costurera, no se le acomoda la cabeza a que vos Tenes otras aspiraciones, nunca la van aceptar, el capitalismo les comió la cabeza. Por eso vas a tener que ir a la Capital, a hacerte de tu propio espacio. No puedo aceptarlo, le dije yo. El me dijo: vas a ver, un día me vas a dar la razón, y apúrate mientras puedas a cruzar el Riachuelo. En ese momento quizás lo único que me interesaba era tener una banda y ser famoso, como todo el ambiente efervescente de esa época. Era el menemismo y nos creímos que seguidores de la música negra americana, no era para menos.


Un día me fui a pasear por San Telmo y pasé por un lugar en donde había un cartel que decía Escuela de Historieta. En ese momento me dio mucha curiosidad y decidí tocar timbre y preguntar. Me atendió la secretaria y me contó un poco el programa que estaban llevando adelante y cuáles eran los horarios. Con la timidez y medio tartamudo le dije que me anotaba en el turno tarde, la secretaria tenia una tetas hermosas, estaba medio encandilado digamos, así que ahi le pague la primer cuota y ella me dio el programa de cuando tenía que empezar. Por aquella época trabajaba en Coca Cola haciendo control de calidad en la planta de Reginald Lee en Ranelagh, ese sueldo me permitía darme varios lujos. Hasta logré comprarme una moto custom Yamaha Route 66. Así fue que me tope con el Cine. En la Escuela de Historieta también había una Escuela de cine, así que recién para la cuarta clase me di cuenta que la Secretaria del Cievyc, me había inscripto por error en la carrera de Cine. ¿Equivocación? La verdad que para el momento que me di cuenta, ya le agarre el gusto a  estudiar cine. En ese primer año me hice de grandes amigos que despues me los fui encontrando en la vida por diversas circunstancias en el camino del cine.


 




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